Mientras el perro corría alegre, jugueteando por los verdes pastos, un lobo se aproximaba lentamente hacia él.
Cuando lo tuvo suficientemente cerca, gruñó y le dijo:
—Hermano, ¿por qué odias la libertad?
El perro sin entender lo que decía su primo lejano, respondió:
—No la odio. Me gusta correr libre como el viento
El lobo, con aires de superioridad, le dijo:
—Claro que la odias. Vives encadenado a los humanos. Vas a donde ellos van, comes lo que ellos te dan, y por todos los cielos, siempre que te alejas de ellos surge en ti una necesidad enferma de regresar. ¿por qué no te liberas de ese yugo y vuelves con tu manada?
El perro caviló un poco y dijo:
—¿Crees que debería volver con mi manada y dejarme de tonterías?
—¡Por supuesto! — exclamó el lobo entusiasmado.
El perro sonrió y se dio la vuelta, trotando feliz hacia la cabaña de los humanos.
—¿Qué demonios estás haciendo? —vociferó el lobo.
El perro miró hacia atrás una última vez y dijo:
—La libertad esta en las decisiones, no en las palabras. Ven conmigo, te mostraré...
Aunque lo consideró un par de segundos, el lobo decidió no seguir a su primo. No podía marcharse asi como así. Las reglas de la manada eran muy estrictas y él no sería el primero en quebrantarlas.
Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"
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