El tapir percibió
una amenaza cercana. El crujir de una rama lo puso en alerta. Miró hacia el
frente y se percató de que el camino se había terminado. A los lados la
situación no parecía ser mejor. La espesa selva no dejaba siquiera pasar la
luz. Jamás se dio cuenta de que había llegado a un callejón sin salida. Quizá
el mismo que lo seguía lo había conducido hasta ahí. Contuvo el aire y decidió
no moverse hasta cerciorarse de que estaba en medio de un peligro mortal. Un
nuevo crujido. En esta ocasión había sido una hoja seca. Tragó saliva. Miró de
reojo y vio la silueta delgada y ágil de un ocelote. Estaba agazapado en una
rama, en lo alto de un árbol. Se estaba preparando para saltar. El tapir
decidió que era el momento de jugar su última carta. Se echó al suelo y fingió
estar enfermo. Su cuerpo convulsionado asustó al cazador felino, que decidió
huir ipsofacto. El ocelote no sabía que ocurría, pero tampoco tenía deseos de
investigarlo.
Cuando estuvo
seguro de que la amenaza se había marchado, el tapir se puso de pie y sacudió
el cuerpo para deshacerse de las ramas y hojas que se le habían pegado durante
el falso ataque. Sonrió para sus adentros, su enorme inteligencia le había
salvado del jaguar. Cerró los ojos en señal de triunfo y trotó alegremente
hacia la maleza. Al pisar un montón de hojas oyó un ligero zumbido. Luego se
vio elevado por los aires. Quedó suspendido de una pata, balanceándose
lentamente de un lado a otro.
Suspiró. Había
escapado de una trampa para caer en otra.
–Bueno dijo para si
–, parece que el destino es igual que el hambre: completamente inevitable...
Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"
Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"
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