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El fantasma del circuito Suzuka


Japón, 1963

— ¿En verdad no sientes ni una pizca de miedo, Masao? – preguntó el reportero sosteniendo el micrófono con las manos temblorosas
—¡Ni un gramo! – respondió el piloto mientras se ajustaba los guantes.
— ¡Pero es el número 42! Shi-ni. ¡Shingu! Morir, ¿Qué no te da miedo la muerte?
— Todos vamos a morir. Eso no me preocupa. Lo único que habita mi mente en estos momentos es el deseo de ganar. Seré precavido, si, como cualquiera de mis compañeros. Pero no seré temeroso. No le puedo tener miedo a viejas supersticiones, soy un piloto de carreras, no una anciana asustadiza.
—Pues… te deseamos suerte. ¡Esperamos otra carrera del gran Masao Asano!
—Y la tendrán… — finalizó Masao mientras se ajustaba el casco.

Fue lo último que dijo.

Luego subió a su auto y lo arrancó para dirigirse a la línea de salida.

Era un hermoso día en Nagoya. El sol brillaba con todo su esplendor y la gente en las gradas gritaba emocionada cuando veía pasar los autos de sus ídolos. Sin embargo, un silencio sepulcral llenó el lugar cuando el Austin Healy blanco de Masao Asano hizo su aparición. El número 42 taladraba la cabeza de los espectadores. Muchos preferirían voltear hacia otro lado y evitar verlo. No querían que ese número maldito los afectara también a ellos.

Masao rio ante tal gesto. ¿Acaso todos en el publico eran presa de viejas e infundadas supersticiones? Quizá también pensaban que una Yuki-Onna iba a parecer justo a la mitad de la última curva…

Él no iba a caer en su juego. Vivían en el Japón moderno, los tiempos de los feudos y sus viejos cuentos ya habían quedado atrás.
Tres, dos, uno… ¡La carrera había comenzado!

Masao tomó la delantera fácilmente. Los demás competidores no eran rivales para él y “shingu”. Así había decidido llamar a su auto después de la entrevista con el reportero de la radio. Le pareció gracioso, aunque también un poco macabro…

Las primeras curvas fueron muy fáciles de tomar. Masao pensó por un momento que esa carrera sería “pan comido”. Pero todo cambió cuando se acercó al triangulo de Casio.

El paisaje soleado cambió radicalmente. Ahora toda la pista estaba llena de nieve, y justo al dar la vuelta en la pequeña curva, una mujer de piel blanca como el hielo y cabello largo negro como la noche apareció en medio de la pista.

Masao trató de esquivarla. Y lo logró. Pero se estrelló con gran fuerza en las puertas de seguridad de la pista. El impacto las hizo pedazos y el “shingu” cayó al fondo de un barranco.

Esa había sido la última carrera del gran Masao Asano.

***

Al año siguiente, previo al Gran Premio de Japón en el circuito de Suzuka, la Asociación de Automóviles del país prohibió el uso del número 42 en cualquier vehículo de carreras. No querían otra tragedia como la de Asano. “Mejor prevenir que lamentar” dijeron a la prensa tras la decisión.

Días después, bajo un inclemente sol, ciento cincuenta mil espectadores hicieron enormes filas para presenciar el segundo Gran Premio de Japón. Los organizadores decidieron prescindir del contador electrónico para registrar las vueltas que daban los competidores. No querían errores, así que optaron por usar al elemento humano. Veinte pregoneros, diez de cada lado de la torre de control, serían los encargados de gritar los números de los autos cada vez que los vieran pasar.

La carrera dio inicio. La acción era sencillamente vertiginosa. Los pregoneros gritaban y anotaban frenéticamente cada número sin detenerse a pensar en nada.
Tras 52 vueltas, uno de ellos se rascó la cabeza y alzó la voz:

—Les parecerá extraño, pero, ¿Alguien más ha registrado al número 42?

Los otros 9 en su lado de la torre asintieron gravemente.  Luego preguntaron por radio a los pregoneros de enfrente si habían contado al número 42. La respuesta fue afirmativa. El auto marcado con el 42 había dado 52 vueltas…

Así que esperaron que el misterioso automóvil cruzara la meta. Descubrirían al gracioso impostor que intentaba jugarles una mala pasada.

Pero el coche con el número 42 jamás cruzó la línea de meta.

Asustados, acordaron nunca más hablar de eso. Tal vez solo se habían equivocado.
¿O sería que Asano había vuelto para correr una última gran carrera?


Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"

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