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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Los Estados Unidos de América Central

–Salimos al aire en 3, 2, 1… –Bienvenidos estimados televidentes, a este su informativo matutino. Soy Carmen, y aquí están las noticias. –dijo la conductora mientras acomodaba algunos papeles que se hallaban dispersos en su escritorio–. Hoy se cumplen 434 días del incidente que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica calificó como “el más descarado intento de invasión de todos los tiempos”; miles de migrantes venidos de diversos países de Centroamérica intentaron cruzar por la fuerza la frontera estadounidense, hecho que propició una inesperada declaración de guerra por parte de los norteamericanos, en primer lugar, para Honduras y Guatemala, y posteriormente para El Salvador.  Las repercusiones del conflicto han calado hondo en el ámbito internacional, y hoy, en espera del pronunciamiento oficial de la ONU al respecto, tenemos a Santiago Bertrán, nuestro corresponsal, trasmitiendo en directo desde Managua, hoy la estrella número cinco de la recién formada república

Exilio

-1911, a bordo del buque "Ypiranga"- —¿Tú crees todo eso que dicen de mí, Carmelita? —¿A qué te refieres, viejo?—respondió la mujer, sin dejar de mirar el vasto horizonte. Porfirio suspiró muy hondo y fijó la mirada en el piso, como avergonzado de la pregunta que recién había formulado. La verdad era que no sabía por donde empezar... Se decían tantas cosas de él, que resultaba prácticamente imposible elegir una para dar inicio a la conversación. —¿Viejo? — inquirió su esposa, al momento en que lo sujetaba suavemente del brazo—¿Estás bien? —Sí, sí... Discúlpame, Carmelita. Es solo que... Me cuesta trabajo creer que fui obligado a abandonar mi querido México. —Tú no abandonaste a tu país, Porfirio, tu país te abandonó a ti... Que no se te olvide nunca. El anciano esbozó una media sonrisa y luego se frotó con delicadeza las mejillas. Le dolían mucho las encías, y tareas tan simples como sonreír o hablar lo agotaban en extremo. —¿En verdad le hice tanto daño a México

Una flor revolucionaria

Todavía tengo un poco de sangre seca en la piel y la ropa, producto de la última escaramuza que sostuvimos con los federales. Ni siquiera recuerdo en qué momento se terminó el combate, solo tengo imágenes vagas y dispersas flotando en la cabeza, en las que manchones cafés huían despavoridos de mi “improvisado” ejercito, ese que el gobierno llama despectivamente “una turba de viejas argüenderas”, y que ha demostrado ser mucho más que un simple grupo de mujeres encabronadas; ha probado incluso ser una armada más peligrosa y letal que los “disciplinados” ejércitos de hombres del poder federal. Ya los quisiera ver, a esos pelados de uniforme planchado y gorrita almidonada, haciendo lo que mis mujeres y yo hemos logrado hacer: repeler una y otra vez a militares y bandidos por igual, tomar ciudades a punta de rifle y machete, y sobre todo, recordarle a la mujer que no vino a esta tierra para ser un adorno, sino más bien para brillar, y con su propia luz, no con el pálido reflejo de lo que

El primer vuelo del colibrí

—Coatepec, hace ya mucho tiempo— –Voy a preguntártelo por última vez: ¿Quién es el padre del hijo que estás cargando y en vano tratas de ocultar? – dijo la mujer de cabello largo que lideraba al grupo de fieros guerreros. –No sé de qué hablas, Coyol, yo no tengo idea de lo que… –¡¡NO MIENTAS! – gruñó la mujer, golpeando la tierra con el pie derecho, con tal fuerza que, inmediatamente después, una enorme grieta apareció en el suelo. Coatlicue dio un par de pasos hacia atrás intentado separarse de su amenazadora hija, pero apenas se alejó un poco, chocó contra el escudo de plumas de uno de sus vástagos. Miró a la derecha y se vio cercada por otros tres de ellos. Observó de reojo a la izquierda y la situación no era diferente; cuatro de sus otrora amados centzonhuiznahua , las estrellas del sur, le habían cerrado el paso, y la observaban con el rostro colérico y los arcos cargados. Su destino estaba sellado: moriría aquel día. Poco importaba si les revelaba a sus hijos