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El Cielo de las moscas



No puedo creer que el día finalmente haya llegado. Me es imposible aceptar que mañana ya no seré parte de este mundo. Muchos dicen que debería de estar feliz, porque viví una vida afortunada y jamás fui alcanzada por un matamoscas ni carcomida desde adentro por un infame insecticida.

No estoy de acuerdo: simplemente no estoy lista para irme.

Me niego a aceptar que deba frenar mi vuelo y resignarme a pasar mis últimas horas pegada a un vidrio.  Quiero terminar de recorrer el mundo, de llenarme los ojos con bellos colores, de respirar mil aromas de las comidas humanas…

Ojalá y hubiera aprovechado mejor mí tiempo: me gustaría haber comido más frutas en lugar de haberme parado tantas veces sobre tantos excrementos; quisiera haber mirado más veces los bellos ojos de los humanos en vez de huir tantas y tantas ocasiones de ellos; qué daría por haber pisado decenas de flores y no centenas de ventanas.

Mis compañeros dicen que no debería de preocuparme tanto, que solo somos moscas. Pero es precisamente eso lo que me tiene tan consternada; soy solo una mosca y quizá para el mundo no significo absolutamente nada.

A nadie la importa que haya cruzado un país entero en tan solo 12 días, ni tampoco hay ser al que le interese que haya puesto más de diez mil huevecillos, aun a sabiendas de que mi vida terminará mañana.

Soy solo una mosca.

Ojalá que el futuro me deparara más; que mañana, al despertar, hubiera algo más que mi inevitable desaparición de este mundo.

Sería maravilloso conocer aquel cielo del que oí tantas veces hablar a los humanos. Ese donde todos tus pecados son perdonados y hay una nueva vida esperándote. Ese lugar en el que tus seres amados aguardan por ti con los brazos abiertos, y donde las nubes guardan bellos y dulces tesoros que hacían tus más grandes placeres cuando estabas vivo.

Yo imagino mi cielo lleno de jugosas frutas, siempre sin cáscara y con el néctar derramándose; con miles de olorosas flores rebosantes de polen y espesos campos de pasto muy crecido llenando el lugar.

Quisiera que existiera un sitio así, uno donde las moscas pudiéramos vivir después de morir…

Pensar tanto me ha agotado. Voy a cerrar los ojos para reposar un poco. Necesito reponer energías, quiero volar una última vez antes de partir.

Pero el sol brilla demasiado y no me deja descansar: su luz es demasiado intensa y siento que mi cuerpo se desintegra con cada segundo que pasa.

Tengo que alejarme de aquí antes de que mi final llegue antes de lo esperado.
Voy a volar. Esta vez no haré lo de siempre. En lugar de mi vuelo errático me lanzaré directo al frente, volteando de vez en cuando hacia arriba.

Tal vez en el camino encuentre lo que más deseo: mí tan anhelado Cielo de las moscas…

Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"

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