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La mujer del Peñón


-CDMX, hace más de 13 mil años-

Todavía puedo sentir el olor de esa bestia inundando el ambiente. Sé que aún está por ahí, acechando mis pasos, aguardando a que cometa un simple error que me convierta en su próxima cena. Quiero sentarme y apoyar la espalda sobre una roca, pero presiento que en cualquier momento ese “diente puntiagudo” caerá sobre mí y terminará con mi penosa existencia.

Apenas y puedo contener la respiración. No debí dejar al grupo, pero cuando Tukún mencionó que “las hembras no servíamos para nada”, mi sangre simplemente se encendió. Ni siquiera sé que me llevó a tomar mi pica y lanzarme de forma estúpida al encuentro del “gigante lanudo”. Quizá fueron el orgullo o la arrogancia. O tal vez fue simplemente un acto de mera insensatez. Será algo que nunca sabré si no consigo salir viva de esta.

Ahora me pregunto: ¿habré hecho bien al salir con la partida de caza? ¿Debí quedarme junto a las demás hembras a raspar pieles y afilar puntas de hueso? No. ¡NOOO! ¡No somos débiles! ¡No somos eso que nos quieren obligar a ser! Lo he demostrado varias veces a lo largo de este tiempo: he conseguido atrapar más peces en el lago congelado que los machos de mi edad; también logré dar caza a una “rata acorazada” sin ayuda de nadie, y mis argucias para engañar a los “gigantes lanudos” han comprobado su efectividad ya varias veces.

Ojala que todo eso sirviera de algo en este momento… ¿Por qué dejé que la soberbia nublara mi mente? ¿Qué “colmillos” estaba pensando cuando corrí como idiota a enfrentar a dos crías de “lanudo” yo sola? Comienzo a pensar que, aunque soy muy inteligente, no soy demasiado astuta…

¿Eso fue un gruñido? ¿O solo fue mi estomago jugándome una mala pasada? ¡MALDICIÓN! No puedo salir de estos matorrales sin estar segura de que el “diente puntiagudo” ya se ha ido. Odio a esos animales: son cazadores certeros y letales, llenos de recursos naturales, como filosas garras y un poderosos olfato. A veces la “madre tierra” no sabe lo que hace… ¿Por qué hacerlos a ellos tan fuertes, y tan débiles a nosotros? De poco sirve andar sobre dos patas cuando tus dientes no desgarran…

¡No soporto más esta incertidumbre! Voy a echar solo un vistazo, quizá ese enorme asesino peludo ya se haya marchado… Hay huellas sobre el suelo blanco que van en dirección hacia la aldea. Posiblemente la bestia haya desistido de cazarme y optó por acechar a una presa menos esquiva. Sí, eso debe ser. Es el momento perfecto para salir y correr lejos de su territorio de caza.

Aquí voy. A la cuenta de Nuk; Ka. Ne. ¡NUUUUUUK! Tengo las piernas entumidas, la cara cubierta de hielo y prácticamente no siento las manos. Pero no pienso dejar de correr, no hasta que llegue a la roca para observar las estrellas. Seguro que ahí el bigotón de “diente puntiagudo” jamás podrá encontrarme. El problema es que… no sé donde “colmillos” estoy… La bruma es muy densa, y es imposible ver más allá de mi propia nariz.

¿Será que estoy condenada a recibir el “abrazo de la madre tierra”?

No. No pienso darme por vencida todavía. Debe haber algo que pueda ayudarme a encontrar el camino a la montaña. Veamos, veamos… ¡Ya sé! Si logro encontrar el sendero de los árboles secos, seguro que podré hacerme una idea de que rumbo debo tomar. Si tan solo tuviera mi lanza… ¡¿Quién iba a pensar que la piel de esa cría de “lanudo” iba a tener la piel tan dura?! La punta de mi arma se hizo mil pedazos apenas tocar su abultado flanco. Tal parece que llega un momento en que la roca acaba por resentir el frío. ¡Si tan solo hubiera un material más resistente que la fría piedra! 

La niebla no me deja ver nada. No debí alejarme del grupo, no tenía por qué hacerlo… Tal vez Tukún tenía razón, y las hembras no estamos hechas para esto… ¿eh? ¿Qué es esto? ¡Por poco y hace que me caiga! ¡Estúpida raíz! Si tuviera mi pica te haría pedazos… ¿Raíz? ¡Sí, raíz! Solo un árbol podría tener una “pata” tan grande como esta. Ahora solo tengo que seguirla para encontrarlo. 

¡Ahí está! El gran árbol de las frutas escarlata. Hace años que no florece, pero no deja de ser imponente. Si no mal recuerdo las enseñanzas de mi padre, este robusto gigante es el comienzo del sendero que estoy buscando. Voy a lograrlo, presiento que conseguiré salir de esta. 

¿Qué clase de sonido fue ese? Por favor, que solo haya sido el viento… Otra vez. Ahora vino de más cerca. Fue un gruñido. Un maldito e inoportuno rugido. ¡“Colmillos”! ¿Es que acaso ese “diente puntiagudo” nunca va a dejarme en paz? Tengo que correr, como nunca lo hecho y como jamás lo haré.

Aquí voy. Ka, ne, ¡NUUUUUUUUUUK! ¡Por todos los “gigantes lanudos”! ¡Ya ni siquiera siento las piernas! Sé que las tengo porque puedo ver que no dejan de moverse, pero estoy comenzando a dudar que en verdad sean mías.

Esa nube de tierra blanca no es normal. Se está acercando demasiado, y el aire silbante que la acompaña me está poniendo muy nerviosa… ¡Es esa maldita bestia! Y me está pisando los talones, no va a tardar en darme alcance. ¿Qué puedo hacer? ¡PADRE! ¡Dame una idea brillante que me saque de este problema! 

Los árboles. Sí, los árboles. Voy a trepar en ese grande de allá. Tiene pocas ramas, pero si corro hacia él con mucho impulso seguro que podré ganar un buen ascenso en el primer salto. ¡Vamos, Nanak, corre! Por todos los ancestros, ¡CORRE!

¡SÍ! Nunca en la vida había saltado tan alto. Ese “diente puntiagudo” va a quedar muy decepcionado cuando vea que de mí no va a obtener ni un solo pedazo. Ahora, a trepar. Con cuidado, lentamente, no queremos resbalar ni que nos suceda algo extra…. ¡“COLMILLOS”! ¡La manga de mi abrigo se ha quedado atorada en esa rama con forma de garra! ¿Por qué me pasa esto? Ahora también estoy en riesgo de morir de frío. Podría coserla otra vez, pero carezco de agujas y tripas, y mi única fuente de ellas está en ese inmundo animal que me contempla hambriento desde la base del árbol.

¡No tendrás un trozo de mí, infeliz!

O tal vez sí, porque lo más posible es que muera congelada en este inútil tronco de gruesas ramas puntiagudas. Quizá una de ellas se clave en mí, penetré mi piel y riegue mis entrañas en el suelo blanco para deleite de la infame bestia. 

En verdad que esas ramas son puntiagudas. Hasta filosas. Podrían ser un arma si alguien se propusiera hacer uso de ellas. Y ese alguien voy a ser yo… Quédate ahí, miserable, voy a darte una lección que no vas a olvidar… Solo voy a tomar esta de aquí, y luego la voy a doblar hasta partirla. Bien, ya tengo dos garrotes improvisados. Ahora voy a frotarlos uno contra el otro para sacarles filo, y entonces me batiré a muerte con mi perverso adversario.
¡Vamos, Nanak, frota! No importa si tienes los dedos congelados, solo tú puedes salvarte en esta ocasión. ¡Lucha, cazadora, lucha!

¡Por todos los ancestros! ¡LA LLAMA DE LA VIDA! ¿Cómo es que no se me había ocurrido antes? ¡Ahora sí, maligno portador del diente puntiagudo! ¡VEREMOS QUIÉN CAZA A QUIÉN!

¿A dónde vas? ¿Alguien te dijo que te fueras? ¡No huyas, bigotón cobarde! Pensar que esa era la solución a todos mis problemas, encender un fuego… A veces la respuesta más sencilla es lo único que necesitas. Ya no tengo que seguir recluida en este árbol, solo hace falta bajar y emprender el camino de regreso a casa. Llegar a la Roca de las Estrellas ya no es necesario.

Bien, lo tengo todo bajo control. La bestia está lejos, tengo un madero con fuego, y he visualizado ya el sendero de los árboles secos. Nada puede salir mal. 

¿Huellas? ¿De quién pueden ser? “Diente puntiagudo” ya se ha marchado. Además, esas pisadas son muy pequeñas como para pertenecerle. Lucen demasiado pesadas. En definitiva, le pertenecen a un animal de patas muy cortas. Un “pelilargo comehierba” quizás. Pero hace tiempo que no los veo por aquí…

Ay no… ya sé de quien se trata. Fue por eso por lo que la bestia de los enormes bigotes huyó. ¡No fue la llama quien lo ahuyentó! Fueron ellos…

¿Cómo es que jamás me percaté de su presencia? Es de ellos de quién debía cuidarme en primera instancia. Me tienen rodeada, puedo sentirlo. Mi muerte será mucho peor de lo que había imaginado. Puedo intentar amedrentarlos con el fuego, pero estos monstruos han convivido durante tanto tiempo con nosotros, que ya le han perdido el miedo a la llama sagrada.

Si me hubieran dicho que perecería a garras de los “colmillos acechantes”, jamás lo hubiera creído. Sobre todo, porque en la aldea ya hemos conseguido domesticar algunos. Solo me queda pelear. No pienso entregarme tan fácilmente. Si esos canes desean que yo sea su cena, habrán de pagar con sangre ese derecho.
¡Acérquense, malditos! Nanak, la cazadora, está ansiosa de recibirlos…

Vaya, no pensé que fueran tantos. Se me acabaron los dedos y no termine de contarlos. Posiblemente se trate de una manada, y mi fin será rápido, pero tortuoso. Bueno, tuve una buena vida. Al menos eso creo…

Un rugido. ¡UN RUGIDO! Los “colmillos acechantes” están desorientados. ¡No saben lo que les espera! “Diente puntiagudo” ha vuelto, y ahora, sin quererlo, se han puesto entre dos “fuegos”: pueden ser muchos, pero ahora tendrán que dividir fuerzas para enfrentarme y plantar cara al asesino de los largos bigotes al mismo tiempo.

Y yo sé perfectamente qué voy a hacer: dejar que se maten entre ellos. Incendiaré el pelaje de uno o dos de los canes, lanzaré algunos gritos de guerra esporádicos, y cuando la batalla esté en su punto más cruel, huiré a toda velocidad. No hay nada malo en ello, no según las leyes de la supervivencia. 

Los “acechantes” aúllan para infundirse valor y el suelo comienza a temblar.  ¿Por qué? Esto no tiene ningún sentido. Será mejor que me marche de aquí cuanto antes… 

¿Eh? ¿Qué “colmillos” fue eso? Sonó como un derrumbe… No ¡Esto no puede estar pasando! ¡NO A MÍ! Los gimoteos amenazadores de las bestias han aflojado la tierra blanca que cubre la montaña, y pequeños pero numerosos deslaves están ocurriendo en todas partes: desde la Cima del Guerrero hasta la Roca de las Estrellas, no hay un solo lugar que no sufra de los infinitos desprendimientos de nieve.

Un momento; ¿la Roca de las Estrellas? ¡Es mi oportunidad para salvar el pellejo! Es ahora o nunca. ¡AHORA! ¡Los veré en el otro mundo, bestias inmundas! Cada paso es una agonía, pero tengo que correr como si la vida se me fuera en ello. De hecho, así lo es…

El suelo blanco sigue desprendiéndose son piedad. La velocidad con la que la montaña se hace pedazos es sencillamente impresionante: el derrumbe ha devorado ya a la mitad de los canes, y “Diente puntiagudo” apenas y alcanzó a escapar del inesperado desastre natural. Grandes nubes blancas me envuelven a cada paso. Me cuesta respirar, pero siento que estoy a punto de lograrlo. No puedo darme por vencida. No ahora…

Mis piernas tiemblan. Los dientes me castañean y el brazo que traigo descubierto ha perdido la sensibilidad por completo. Tengo que seguir avanzando. ¡Padre, dame fuerzas! Unos pasos más, solos unos pasos más…
La montaña ruge. Enormes cantidades de la tierra blanca se precipitan desde la cima y dificultan mi penosa marcha. Atrás han quedado sepultados mis adversarios. De los protagonistas del absurdo combate ocurrido hace algunos instantes, solo yo quedo viva.

No voy a lograrlo…

Nunca debí de separarme del grupo. Que tonta fui al creerme más valiente que los demás… ¿Qué es ese brillo? Me deslumbra y no puedo ver nada. ¿Será que al final lo he conseguido? ¿Habré llegado ya a la Roca de las Estrellas? 

La montaña ha dejado de moverse. Y yo también. Hace frío, mucho frío… Hay una cueva frente a mí, pero ya no tengo fuerzas para buscar refugio en su interior. Voy a arrastrarme, pero no sé si conseguiré llegar siquiera a la entrada. ¡Vamos, Nanak, vamos! Tú puedes, tú…

Casi. Un poco más y lo habré conseguido. Bien, lo hice. Fue un buen esfuerzo, considerando que solo soy una cazadora moribunda. Voy a recostarme, seguro que todo estará bien para cuando el sol salga.  Una partida de exploración vendrá a buscarme y me llevarán de vuelta a la aldea.

Solo tengo que sentarme a esperar por su llegada. Después de todo, no creo que tarden mucho en encontrarme, ¿verdad?...



Original de J.D. Abrego "Viento del Sur"

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